En su último discurso ante el Congreso, el rey Abdalá II de Jordania citaba de manera dramática el famoso "discurso de las cuatro libertades" de Roosevelt como medio de describir la política exterior norteamericana. El objetivo del discurso era llamar a una mayor implicación norteamericana en la catálisis del proceso de paz palestino israelí. Lo significativo de este llamamiento es el enigma palestino que Abdalá en persona afronta en Jordania.
Al contrario que la causa de los palestinos en Cisjordania, el Líbano o Siria, la causa de los campamentos de refugiados jordanos no aparece presente constantemente como pasa en los demás países árabes en los que residen palestinos. Gracias en parte a una eficaz fuerza policial secreta, el culto hashemita a la personalidad sigue imperante, en público al menos. Pero la demografía de Jordania sigue jugando en contra de Abdalá y su dinastía.
Hay aproximadamente 3 millones de palestinos residentes en Jordania, suponiendo alrededor del 2% de la población total. De éstos, alrededor del 60% tienen carnet de identidad jordano. Existe una clase media y alta de palestinos con éxito en Jordania, pero como era de esperar, la identidad palestina exclusiva sigue siendo la más fuerte entre los aproximadamente un millón de refugiados sin ciudadanía jordana y entre aquellos que residen en los escuálidos campamentos de refugiados. Políticamente, Jordania ha sido testigo de una participación activa de sus palestinos y, desde 1950, cada gobierno constituido en Jordania incluye a entre 2 y 4 ministros de origen palestino, así como un Primer Ministro palestino - Sulaiman al-Nabulsi en el verano de 1956.
Al igual que en tantos lugares del mundo árabe, igual que en lugares con minorías musulmanas sustanciales, es la generación más joven la que se hace cada vez más islamista en su ideología al tiempo que conserva una firme identidad palestina. Siniestramente, escuchamos cada vez más gritos por una intifada a diario.
En la práctica, todas las facciones dentro de la sociedad de los palestinos veían Arafat como su líder a lo largo de muchos años. La denominada "coalición de los palestinos" es ahora inexistente, y los palestinos están divididos más que nunca por región, tribus y planes, y por interpretación religiosa. La acritud entre los palestinos que Arafat logró dejar para más tarde es ahora evidente mientras se desarrolla la guerra civil en la Franja de Gaza. Como escribe el periodista Nicholas Jubber, "La Franja de Gaza y Cisjordania están divididas por sus desiguales economías, dialectos distintos y animosidades culturales forjadas por sus experiencias pre-1967 bajo dos regímenes desvinculados -- el Egipto de Nasser y la Jordania del rey Hussein". En términos de tejido social, los habitantes de Cisjordania no dependen de sus "hermanos palestinos" de Gaza, sino de sus familias y amigos de Jordania. Y a los habitantes de Gaza les pasa lo mismo con Egipto.
Desde el punto de vista político, la infraestructura administrativa que abandonaron los egipcios cuando la Franja de Gaza fue capturada en 1967 era muy distinta a la que dejaron atrás los jordanos. Cuando Rashed al-Shawwa, un empresario de Gaza, era nombrado por Israel nuevo alcalde en el verano de 1971, propuso implementar el "reino árabe unido" del rey Hussein, un plan para unir Gaza y Cisjordania bajo un único sistema de gobierno. A su vez, Shawwa fue severamente criticado hasta por plantear la idea. Como observa Nicholas Jubber, "la fuerte inversión jordana en Cisjordania ayudó a establecer un sistema de infraestructuras mejor allí, y la economía está más avanzada. Entre los habitantes de Gaza, las acusaciones de supuesto esnobismo entre los palestinos de Cisjordania son comunes". Estas condiciones no cambian significativamente durante las décadas de gobierno israelí directo.
También hay presentes animadversiones más antiguas. La intifada en curso reavivó las rivalidades tribales originadas en los días en los que las principales familias de Jerusalén y Hebrón, los Nashashibi, Hussaini y Jalidi, controlaban la agenda de toda la Palestina británica y otomana. Como escribe Jonathan Schanzer, "a pesar del reciente aluvión de libros y artículos dande fe de veterano patriotismo, la comunidad árabe palestina tiene una tradición mayor de fractura y desunión. En la práctica, fue el tribalismo y las rivalidades entre clanes lo que hizo ineficaz el movimiento nacionalista palestino frente al movimiento sionista durante la primera mitad del siglo XX". Con el fracaso de la política nacional, estas mismas familias han vuelto como gerentes de las instituciones para los palestinos. Éxito significa elegir el equipo adecuado.
Las batallas en las calles de Gaza hoy ilustran las tensiones entre secularismo y religión en el escenario palestino, un microcosmos de las tensiones que afligen a todo el mundo islámico. Arafat emergió como líder secular precisamente durante el punto álgido de otras figuras nacionalistas como Saddam Hussein o Nasser. La Revolución iraní cambió esto de manera irrevocable, y ayudó a provocar un revival islámico que amenaza a los regímenes seculares, tiránicos en su mayoría, por todo el mundo árabe y musulmán. Entre los palestinos, las opciones están claras. Hamas representa la agenda islamista y Fatah representa el estilo de vida secular que la mayor parte de los palestinos apoyó durante finales del siglo XX. Pero el ejemplo palestino muestra que el juego básicamente ha terminado. El recién constituido gobierno palestino ve a su líder de Fatah reducido a la paridad o peor con respecto a su rival de Hamas en Gaza, Jaled Mashal. La inteligente formulación de la carta de constitución también permitía que tanto Hamas como Fatah pudieran afirmar que ningún partido había abandonado por completo su postura tradicional, y el tono ambiguo también estaba encaminado a apaciguar a americanos y europeos. Después de todo, el principal objetivo de la nueva coalición era hacer que la comunidad internacional reasumiera el flujo de ayuda financiera. En esto, evidentemente han tenido éxito.
La coexistencia verdadera entre los palestinos de Hamas, los de Fatah, y los israelíes no tendrá lugar hasta que la sociedad de los palestinos experimente un avance en valores y pensamientos democráticos, uno que acepte la permanencia de Israel y también permita crecer a la clase media, reconociendo que las relaciones honestas entre Israel y los palestinos son normales y naturales. Aunque la Jordania del rey Abdalá nunca va a servir como ejemplo positivo de cómo podrían asimilarse los palestinos en un país árabe, el deseo por mantener a los palestinos en su estado incierto es mayor. Al final, la presente violencia entre facciones, que incluye secuestros y asesinatos, amenaza ya con devolver a las calles de Gaza al estado de guerra. Y el denominado gobierno de unidad fue simplemente una tregua táctica a mantener hasta que una parte creyó que la unidad ya no servía para sus intereses.